miércoles, 17 de abril de 2013

¿CORTESÍA? No, gracias.


Ahora que las excusas descansan en almohadas y la confianza se arropa con frisas prestadas parece difícil conocer la cortesía. Sí, la que no dice no al plato de comida que te ofrecen en la casa que visitas (y que posiblemente también lo hagan por tener “cortesía”), pero que se lo come, da las gracias y pide la
receta. La que no echa la bendición para luego encender un cigarrillo y pintar el aire con su tizne o que niega un vaso de agua pero abre paso a toneladas del “preciado líquido” amarillo y de olor peculiar. La que da los buenos días, ofrece disculpas y nunca olvida preguntar cómo estas.
¿A quién se le ha ocurrido convertir la preocupación en un saludo? Si estas bien o estás mal no debe ser el inicio de una posible conversación y mucho menos cuando la respuesta forzada es: bien ¿y tú? aun cuando en muchos casos es evidente que mentimos al contestar.
Francamente y aunque parezca  antipático a pocas personas le importa cómo se encuentra el vecino con el que no cruza otra palabra que el coloquial saludo ya mencionado. He allí la cortesía absurda y mal planeada de la humanidad, la que confunde lo cortés con lo simpático.

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