jueves, 25 de octubre de 2012

Agua para las plantas. Colegas para las personas.


Las pasadas semanas he puesto en perspectiva la importancia de cuidar la salud social. Vivir en el área metropolitana de Puerto Rico ha cambiado ese cerco social, familiar y hasta laboral en el que antes me agasajaba. Nada es igual, aunque me abstenga a retener los 5 años que me han transformado en la ciudad. Precisamente es así como
llega esta asimilación.

Alquilé un apartamento que aunque pequeño es acogedor y con suficiente espacio para recibir a todos los amigos que lunes tras lunes vienen a quemar en la hoguera a cada enemigo que queramos – y uno que otro no tan enemigo. Cuando me mudé a este nuevo hogar, con otra familia que hice en mis "housemates", recibí una planta de parte de su dueña, doña Laura. Aquel tiesto es constantemente ignorado por mí, más no por quienes me visitan, que notan el mal cuidado que le he ofrecido. Entre las responsabilidades que conlleva la casi independencia y la negada edad adulta no he considerado comprometerme con aquella verde vida.

Conozco que las plantas necesitan agua para sobrevivir y que la luz del sol es esencial en algunas especies, lamentablemente el caso de la mía, que apenas conoce la luz natural en medio de una sala rodeada de otros edificios. 

Hoy en la mañana mientras me preparaba para adentrarme en la rutina diaria observaba a la planta. Qué mucho ha cambiado. Seguramente si pudiera ella hablarme me estaría reprochando lo mal tutor que he sido, lo irresponsable que me he puesto y lo insensible que he llegado a parecer. 

Ciertamente tendría razón. Llevo casi diez meses con ella y son muy pocas las veces que le he dado de beber. No es que no me importe, es que aparentemente tengo cosas con mayor prioridad. Justo lo mismo que digo cuando me toca hablar de mí. “Llamo a mis amigos cuando termine con las asignaciones”. “En el fin de semana no puedo salir porque trabajo dieciséis horas – en adición a las veinte que hago en la semana”. Y así sucesivamente, que a veces considero apuntarme el baño o hasta olvido sentarme a comer.

Tan simple como tan real, mi vida se está viendo plasmada en aquella planta. Quizás Laura tuvo sus razones al regalarme ese pedazo de vida. Según me cuide yo mismo, así cuidaría de ella.

No se cuan tarde sea para hacer retoñar la planta, pero lo que sí me queda claro es que ya es tiempo de doblar las agujas del reloj y hacer una nueva agenda con los míos y por supuesto, conmigo mismo.

1 comentario:

  1. El cuidado que ponemos sobre nuestro ambiente y lo que nos rodea incide directmente sobre nosotros. Que el cuidado de la planta, como el de tu gente, no sea una obligación. Que sea tu satisfacción.

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