sábado, 31 de agosto de 2013

El nuevo




Los deseos van,  vienen, pasan y se estancan. Traen emociones que con el tiempo llegan a ser conmoción, tibieza. Un desasosiego que en la mayoría de los casos es complacido con dinero. Sí, recompensado cada quincena de trabajo.

Basta con dar una cuenta atrás y recordar tu primer día. La primera vez en la
universidad, en la
urbanización o en el trabajo. Ser el nuevo siempre viene acompañado del sentimiento más agridulce que conozco.

Por una parte está la emoción de finalmente ser el nuevo. Por otra, la duda de cuán duradero será y cómo compenetrar hasta por fin ser "el viejo". De primera instancia se acepta cualquier condición. Entregar el café, hacer los mandados y hasta los peores horarios. Todo lo que implica ser el nuevo, pero de algo se está seguro; no siempre será así.


En un trabajo, ni la timidez ni lo contrario son de beneficio cuando se es el nuevo. Es una estampilla de sobre, un estigma en la piel, una posición preliminar a la que queremos (u obtenemos sin querer). Pero ¿qué más da cuando por fin conseguimos el trabajo?, el que muchas veces buscamos sin reparos o el que aceptamos con las infinitas ganas de ser admitidos. 

Entonces con el pasar del tiempo -no mucho si sabes adaptarte- llegará otro para de una vez cedernos el poder de llamarle el nuevo.

Un agosto no siempre se lleva las ilusiones y que quede claro que el comienzo del verano no es sinónimo de ánimo. 

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