jueves, 16 de agosto de 2012

Va por mis amigos

Por eso de mantener la costumbre, la que lamentablemente ya se había perdido, he decidido poner un alto en mis cosas y llamar a aquella vieja amiga con la que a menudo compartía historias. Luego del efusivo y protocolar saludo comienzan los silencios y los repetitivos “¿Y qué?” o “¿Qué te cuentas?” como forma de
iniciar un tema.

Por alguna razón no fluían esas palabras que en los pasados años eran infinitas. Entre silencios, cuentos y uno que otro chisme para avivar la conversación se le suelta casi empujado “Tengo un amiguito”. Inmediatamente sabía que no se trataba de un amigo como yo, ni como ninguno de los que cada vez que podíamos nos encontrábamos a recordar viejos momentos. La chica ya está grande (aunque siempre quiera verla como una niña) y no es para menos. La realidad es que ya se le hacia tarde para encontrar ese aquel con quien compartir romances. 

Esto explica muchas cosas. No sin motivos fue que nuestra amistad había pasado a ser una de cuando haya tiempo. De esta misma forma pasó con la mayoría de todos aquellos amigos que conocí en mis años de escuela. 

No le echo la culpa al amor ni mucho menos, pues la universidad y los trabajos han colaborado a estas separaciones que son ciclo de vida. Para algunos ya he sido “remplazado” y de vez en cuando invitan a una salida, para otros solo soy Pedro, el flaquito que nunca entendió las matemáticas y que entraba a los salones con sus audífonos en los oídos. 

Hay de aquellos que salen del país a terminar carreras o comenzar trabajos y de los que por medio de Facebook me he enterado que se han casado y tienen hijos. Es la realidad, de muchos ya no se nada. Yo soy de los que he decidido estudiar lejos de mi familia y entre el hospedaje y las dos horas de viaje de regreso a mi casa a veces no coincido con ninguno, aunque no haya un solo fin de semana que deje la capital para volver a mi pueblo. Aun así y si por casualidad me los encontrara en el mall voltean la cara y a mi no me conocen. No se si lo hacen para ocultar su realidad o si es que se sienten superiores, pero les sigo la corriente.

Retomando el tema de mi amiga la que ahora está aparentemente enamorada, a ella le soy agradecido. Son muy pocos los que han invertido de su tiempo para llamarme y contarme de lo que se enteró de otro de los muchachos. Por mi parte yo hago lo propio. 

Ya son casi cinco años desde que nos separamos - por así decirlo - y seguimos teniendo encuentros fortuitos para enterarme que fulano se dejó de aquella, que a la gordita le va muy bien con la relación que nadie esperaba, el calladito del grupo reventó su timidez en un bar de la Calle Bosque y la nena de papi y mami aunque no lo ha dicho, ya yo sé que está media enamorá’. 

A estos que quedamos tendré que dejar de sobreprotegerlos tal cual siempre he hecho pues solo una razón es la que nos une, digamos que la escuela, el destino o la inmadurez. En cambio, son muchas las que nos separan. Entonces es cuando comprendo lo que es un amigo y un colega. Sin duda estos son mis amigos. 

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